jueves, abril 22, 2010

Más allá del disfraz, hizo de su vida un verbo: Günter Wallraff


¿Y tú, qué harías por saber aquello que durante mucho tiempo ha estado oculto. Por descubrir eso que -parcialmente evidente- nadie ha decidido mostrar, a pesar de estar ‘ahí’? Günter Wallraff respondió: “enmascararse para desenmascarar a la sociedad, hay que engañar y fingir para averiguar la verdad”.


Durante más de 25 años de realizar investigación periodística, Wallraff no sólo modificó su rostro, cabello, modo de vestir o hablar, sino vivió años de una transformación interna y externa. No sólo de él hacia el mundo, sino al revés. Cada experiencia lo transformó. Su empatía lo camuflajeó, y sufrió uno a uno los pesares de su “objeto” de investigación.


Este periodista indeseable, como él mismo se nombra, hizo de su vida un verbo que el gremio periodístico adoptó con audacia e insensatez: Wallrafear. Con insensatez porque no es sólo el disfraz por sí mismo, sino la representación de la relación vital entre el periodista y el mundo que le rodea.


Los libros de Wallraff nos obligan a repensar el ‘oficio’ periodístico como un estilo y convicción de vida. No sólo palabras. 24/7 dicen algunos. Él, cuyo único temor –dice- es “ser descubierto”, nos urge a escapar del vicio de la “declaracioncitis”, al apostar por la investigación real.


El libro en cuestión: Cabeza de turco. El reportaje plantea la historia de Günter al hacerse pasar por un turco en la década de los 80. El libro, entonces, refleja la persecución que sufren estos últimos en Alemania.


Wallraf evidencia que cuando un inmigrante va a buscar trabajo, es explotado: no cobran sueldos a pesar de ser obligados a trabajar demasiadas horas seguidas. Además, no tienen cobertura sanitaria, ni gozan de días de descanso.


Alí, como se autonombra Wallraff, evidencia también algunas empresas como Thyssen o McDonalds. No sólo por las condiciones de trato a los inmigrantes, sino su obscura dinámica de trabajo, entra la ilegalidad y el cinismo.


El libro se rige por una hábil narración, predominan las descripciones y la inserción de diálogos que sustentan la historia. Wallraff no necesita abusar de calificativos, las descripciones mismas denuncian. Indignan.


Son 29 apartados en los que el periodista desarrolla su investigación, su vida. La de “los otros”. Se reconoce, a través de sus letras, las paradojas que encierra el capitalismo, encaminado sólo a la acumulación de capital, no al bienestar del ser humano. Éste parece ser sólo un medio. Esclavo.



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