Lo intuyeron. Él ya no estaba en esa caja blanca que, pala tras pala, quedó sepultada bajo la tierra. Él corrió sin escapar. Corrió lejos, sin dolor. Sólo iba y venía en silencio para acariciarlos con el viento.
Y aplaudieron para ti, Arquitecto. Y fue un aplauso largo. Y las lágrimas se derramaron. Y las gracias infinitas. Y los recuerdos en cada rostro, el caos de pensamientos secretos. Miradas húmedas que se encuentran para desviarse de inmediato. Qué solos estamos.
Y aplaudieron para ti, Arquitecto. Y fue un aplauso largo. Y las lágrimas se derramaron. Y las gracias infinitas. Y los recuerdos en cada rostro, el caos de pensamientos secretos. Miradas húmedas que se encuentran para desviarse de inmediato. Qué solos estamos.
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